Notas Del Capítulo uno de El Capital

Yo traduje la siguinte entrada que fue publicada originalmente en la pagina de Unity and Struggle, y es la primera parte de algunas notas del capítulo uno de El Capital. Esta es mi primera vez traduciendo un artículo tan complejo como éste. Así que si lees algo que no está traducido bien o hay un error gramático le agradecería su ayuda en corregirlo. Puedes conseguir el artículo original en Ingles aquí.

Originalmente escrito por HiFi y traducido por Parcer.

***********************

El Carácter Doble de la Mercancía es el Carácter Doble Del Trabajo 

Marx empieza capítulo uno de El Capital describiendo el carácter doble de la mercancía. Un lado de la mercancía se define por la forma en que se utiliza. Marx llama a esto el “valor de uso.” Él define uso por cómo la mercancía “satisface necesidades humanas, de cualquier clase que ellas sean” (3). La idea de “necesidades humanas” representa una función importante en el pensamiento de Marx y toma una multitud de significados interrelacionados. En La Ideología Alemana él argumenta “El primer hecho histórico es, por consiguiente, la producción de los medios indispensables para la satisfacción de estas necesidades, es decir la producción de la vida material misma, y no cabe duda de que es éste un hecho histórico, una condición fundamental de toda historia” (28). A lo largo de la historia los seres humanos han producido cosas, o “usos,” para atender sus necesidades básicas y ampliadas, que causa formas particulares de la sociedad, determinados tipos de relaciones sociales y subjetividades.

Cuando se observa sólo como un uso, la mercancía es indistinguible del proceso de satisfacer necesidades como una característica general de todas las sociedades humanas. Así, como diversos tipos de usos para cumplir con nuestras numerosas necesidades, la mercancía “forma el contenido material de la riqueza, cualquiera que sea la forma social de ésta.” Sin embargo, Marx deduce en El Capital que una mercancía asume características que son específicas de la sociedad capitalista, que sólo se aclarará cuando se mira al otro lado de la mercancía: el cambio. “En el tipo de sociedad que nos proponemos estudiar [en Capitalismo], los valores de uso son, además, el soporte material del valor de cambio” (4).

La producción de usos para satisfacer necesidades en la sociedad capitalista asume una forma específica de cambio. Aunque históricamente han habido otros tipos de cambio, estos reflejaban no capitalista formas de sociedad. Una de las tareas de Marx es mostrar cómo la forma de cambio en el capitalismo, y por lo tanto las relaciones sociales o forma de esa sociedad no tiene precedentes históricamente y es algo nuevo.

Así, la tendencia de la producción de usos para satisfacer las necesidades para asumir una forma específica de cambio es el otro lado de la mercancía. ¿En qué forma se realiza este cambio en el capitalismo? “A primera vista, el valor de cambio aparece como la relación cuantitativa, la proporción en que se cambian valores de uso de una clase por valores de uso de otra” (4). Como explica Marx:

“Bajo el tropel de los diversos valores de uso o mercancía, desfila ante nosotros un conjunto de trabajos útiles no menos variados, trabajos que difieren unos de otros en género, especie, familia, subespecie y variedad: es la división social del trabajo, condición de vida de la producción de mercancías….Sólo los productos de trabajos privados independientes los unos de los otros pueden revestir en sus relaciones mutuas el carácter de mercancías” (9).

Marx sugiere que sólo podemos entender la forma capitalista de la sociedad si comprendemos cómo la creación y uso de algo por necesidad es relacionado a la necesidad para el cambio específico del capitalismo. Es importante cómo Marx caracteriza a estos “actos de trabajo” como “mutuamente independientes,” y “aislado” de uno al otro. Bajo el capitalismo nuestra asociación con otros no es sólo una en la cual estamos enajenados uno al otro, sino también estamos enajenados de nuestras numerosas necesidades, y de nuestra actividad multifacética. En la forma capitalista de la sociedad nosotros, en general, ejecutamos sólo una tarea, separada de todas las demás. Ya que no podemos satisfacerlas, debemos cambiar para satisfacer nuestras varias necesidades. Marx escribe, “Y puede, asimismo, un objeto ser útil y producto del trabajo humano sin ser mercancía. Los productos del trabajo destinados a satisfacer las necesidades personales de quien los crea son, indudablemente, valores de uso, pero no mercancía. Para producir mercancías, no basta producir valores, sino que es menester producir valores de uso para otros” (8).

Por consiguiente, la mercancía no es una cosa, sino una relación social. Es la relación entre el trabajo para el uso y el trabajo para el cambio. Para Marx relaciones sociales son relaciones del trabajo, y la mercancía es la forma de trabajo en la sociedad capitalista. Marx argumenta que el carácter doble de la mercancía es también, al mismo tiempo, el carácter doble del trabajo en la sociedad capitalista.

Sin embargo, antes de comenzar con el carácter doble del trabajo, la forma del trabajo mercantilizado, vale la pena dar un paso atrás y observar lo que Marx exactamente quiere decir por “el trabajo.” Esto es crítico porque si no entiendes su concepto del labor en sus dimensiones filosóficas no puedes comprender el concepto de Marx del ser humano y por lo tanto su noción de libertad y liberación.

El Trabajo como Auto-Actividad

Marx dice, de una cierta perspectiva, trabajo para el uso o necesidad trasciende la historia. Es la condición fundamental del ser humano independientemente de cualquier forma particular que se toma en un determinado momento histórico. Él escribe, “Como creador de valores de uso, es decir como trabajo útil, el trabajo es, por tanto, condición de vida del hombre, y condición independiente de todas las formas de sociedad, una necesidad perenne y natural que media el metabolismo entre el hombre y la naturaleza, y por consiguiente la vida humana misma” (10**). ¿Qué quiere decir que el trabajo media “la vida humana misma?”

Marx ya empezó a explorar la idea del trabajo como metabolismo en Los Manuscritos Económicos y Filosóficos de 1844. En El Trabajo Enajenado, Marx dice si “la actividad libre, consciente, es el carácter genérico del hombre,” entonces “el hombre hace de su actividad vital misma objeto de su voluntad y de su conciencia.” A diferencia de un animal, que es “inmediatamente uno con su actividad vital,” el ser humano “tiene actividad vital consciente” (76). En otros términos, donde los animales están obligados por la naturaleza, los seres humanos se definen por una relación diferente a la naturaleza. Como un “ser genérico,” son capaces de aplicar sus poderes de imaginación a la naturaleza y ellos mismos de ese modo alterando ambos en formas significativas de acuerdo con su intención consciente.

Para estar seguro, como el mundo animal, “el hombre es una parte de la naturaleza,” “el hombre vive de la naturaleza….con el cual ha de mantenerse en proceso continuo para no morir” (76). Sin embargo, porque los seres humanos están conscientemente separados del mundo natural, pero parte de un continuo corporal con ello, en la reproducción de ellos mismos se deben transformar la naturaleza y su propio ser y sus condiciones de vida. Al hacerlo, de acuerdo con Marx, el ser humano constantemente transforma la naturaleza y sí mismo en “un mundo objetivo de su actividad práctica.” El proceso metabólico del “trabajo” es la realización de la imaginación en formas materiales, el constante y alquímico transformación de la naturaleza y sí mismo (76). La creación del mundo social y sí mismo es la consecuencia y proceso de la auto-actividad, que es la esencia del ser humano. Escribe Marx, “El objeto del trabajo es por eso la objetivación de la vida genérica del hombre, pues éste se desdobla no sólo intelectualmente, como en la conciencia, sino activa y realmente, y se contempla a sí mismo en un mundo creado por él” (77). Al final, la auto-actividad – el proceso metabólico – en su estado ideal, desenfrenado por cualquier forma que no corresponde a su esencia, es el estado de libertad. Para el ser humano el criterio de la liberación debe ser, deduce Marx, “su propia vida objeto para él. Sólo por ello es su actividad libre” (76).

Por supuesto, aclara Marx, no existimos en este estado de “actividad libre,” donde nuestra “propia vida es un objeto” para nosotros mismos. La razón es la forma predominante de las relaciones sociales o división de trabajo social. En La Ideología Alemana, Marx sugiere que los seres humanos “comienzan a ver la diferencia entre ellos y los animales tan pronto comienzan a producir sus medios de vida.” Aquí la objetivación de la auto-actividad – como dice él en El Trabajo Enajenado – toma una forma social específica o organización para producir los usos para satisfacer las necesidades humanas. Marx llama a esto “un modo de producir.” Sin embargo, “Este modo de producción no debe considerarse solamente en el sentido de la reproducción de la existencia física de los individuos. Es ya, más bien, un determinado modo de la actividad de estos individuos, un determinado modo de manifestar su vida, un determinado modo de vida de los mismos” (8). Es una forma que media la totalidad de la auto-actividad y la organización social de esa auto-actividad en un determinado momento histórico. El modo de producir, “un modo de vida,” es la forma de existencia que media la auto-actividad, el trabajo humano y la esencia.

Se sigue que la historia, entonces, es el proceso y narrativa de las sucesivas formas – modo de producir, modo de vida – que la auto-actividad asume. Es la manera en que la auto-actividad se desvía de ser “actividad libre,” y cómo el proceso metabólico, la objetivación de sí mismo en el mundo, crea su propia cárcel, se realiza de sí mismo en las formas que cierra la totalidad de sus poderes potenciales y expresión. Es el proceso por lo cual el desarrollo de la totalidad de la personalidad humana, la realización de sus varios poderes y necesidades, se convierte desfigurado y impedido. Las formas que se asume o a través de la cual es mediada enajena el contenido de la actividad humana de sí misma. El comunismo es a la misma vez el movimiento constante de este contenido hacia su auto-abolición de su forma enajenada en la que se toma forma – tal como el proletariado – y el estado de libertad donde este contenido – nuestra auto-actividad variada – establece su correspondiente sociopolítica forma en que se encuentra expresión y desarrollo.

Una imagen valiosa del concepto de Marx del ser humano sale detrás del concepto del trabajo que está en el centro absoluto de El Capital y todo su trabajo. “El trabajo” no puede ser entendido reductivamente como una categoría económica, sino que tiene que ser comprendido en sus dimensiones filosóficas como transformativo (metabólico) auto/social actividad. Marx no está escribiendo “economía política” lo está negando como desesperadamente atrapado en las categorías de la sociedad capitalista.

Relaciones Sociales y El Valor

¿Volviendo al capítulo uno de El Capital, Marx pregunta cómo pueden estos individuos enajenados,  aislados, produciendo un solo uso, reproduciéndose como una sola actividad, estar interrelacionados y así producir los varios tipos de usos necesarios para su reproducción conjunta? Él identifica el trabajo – el proceso “metabólico” – como el “elemento común” que hace el intercambio de los usos variados, separados como actividades aisladas, posible.

¿Qué quiere decir Marx? Si los seres humanos son únicos en que “producen sus medios de subsistencia” sólo podrán hacerlo colectivamente. Los “medios de subsistencia,” un  “modo de producción” es, entonces, como dice él en La Ideología Alemana, necesariamente un “modo de cooperación” (30). A través de esta cooperación llegamos a ser como individuales sociales, existiendo como relaciones de “mutua dependencia de los individuos entre quienes aparece dividido el trabajo” (34). Nuestra conciencia se constituye por “la necesidad de entablar relaciones con los individuos circundantes” (32). La sociedad, por consiguiente, es la relación de la auto-actividad interdependiente de sus bastantes habitantes. En El Capital, argumenta Marx que esta actividad común se divide en actividad separada, atomística, aunque el intercambio de estas actividades es vital para reproducir la sociedad y nosotros. Con la división social del trabajo el intercambio de nuestra actividad – nuestra interdependencia mutua – debe ser mediada por, u ocurrir a través de, una forma que expresa esta mutua e interna enajenación. Separado de otros tipos de actividad que son necesarios para satisfacer nuestras diversas necesidades, la actividad de otros y los “usos” que crean deben venir a nosotros en esta forma enajenada. Dentro de estas relaciones sociales capitalistas la mercancía – como una relación a nosotros mismos y los demás – representa la forma de cómo esta interacción se logra.

Marx dice, “la relación de las mercancías es precisamente el hecho de hacer abstracción de sus valores de uso” (5). Él indica que al final de este proceso de abstracción no hay “un átomo de valor de uso” como el uso pierde sus “elementos materiales y de las formas que los convierten en tal valor de uso” (5). Aunque es la calidad específica de un uso – lo que lo hace útil – que individuos aislados necesitan, para obtenerlos ellos deben hacerlo a través de una forma de intercambio donde “todas sus características sensuales son extinguidas.” Marx es evidente – y ya he señalado esto anteriormente – ya que la mercancía es una forma del trabajo, una forma de auto-actividad, la transformación del trabajo para el uso, para necesidades, al trabajo necesario para el intercambio involucra, últimamente, una enajenación en algo Marx llama “el valor.”  Él describe el movimiento así:

“Todas su propiedades sensuales se habrán evaporado. Dejarán de ser también productos del trabajo del ebanista, del carpintero, del tejedor o de otro trabajo productivo concreto cualquiera. Con el carácter útil de los productos del trabajo, desaparecerá el carácter útil de los trabajos que representan y desaparecerán también, por tanto, las diversas formas concretas de estos trabajos, que dejarán de distinguirse unos de otros para reducirse todos ellos al mismo trabajo humano, al trabajo humano abstracto. ¿Cuál es el residuo de los productos así considerados? Es la mis objetividad espectral, un simple coágulo de trabajo humano homogéneo, es decir, de empleo de fuerza humana de trabajo, sin atender para nada a la forma en que esta fuerza se emplee. Estos objetos sólo nos dicen que en su producción se ha invertido fuerza humana de trabajo, se ha acumulado trabajo humano. Pues bien, considerados como cristalización de esta sustancia social común a todos ellos, estos objetos son valores, valores-mercancías” (5-6).

Algo sucede a nuestro proceso metabólico o auto-actividad, donde sus propiedades concretos, particulares, y sensuales asumen las características y experiencia de ser “abstracto,” “coagulado,” y “homogéneo.” Las calidades específicas de la auto-actividad y el trabajo se reducen a un simple cantidad que Marx llama “el valor,” que asume “una objetividad espectral.” Él hace esta ecuación explícita cuando dice que el valor  es “el trabajo humano…objetivado” (6). Esta es una transición crítica en sólo las primeras páginas de El Capital.

En El Trabajo Enajenado, describe Marx la misma transición él hace aquí entre el trabajo concreto, vivo (actividad para el uso y la necesidad), y el trabajo abstracto, muerto (actividad para el cambio y el valor). Tenemos que recordar que para Marx la esencia humana es la objetivación de sí mismo en la creación del mundo social a través de la intención consciente. Hasta el punto que esta actividad o proceso metabólico asume una forma social que corresponde a esta esencia, puede ser caracterizado como “actividad libre.” Sin embargo, en el capitalismo este proceso de objetivación de sí mismo es  dramáticamente invertido a través de la forma de valor, la forma mercantil, que es la forma social en la sociedad capitalista. Como escribe él en El Trabajo Enajenado, aquí

“el objeto que el trabajo produce, su producto, se enfrenta a él como un ser extraño, como un poder independiente del productor. El producto del trabajo es el trabajo que se ha fijado en un objeto, que se ha hecho cosa; el producto es la objetivación del trabajo. La realización del trabajo es su objetivación. Esta realización del trabajo aparece en el estadio de la Economía Política como desrealización del trabajador, la objetivación como pérdida del objeto y servidumbre a él, la apropiación como extrañamiento, como enajenación” (71).

La auto-actividad ya no es la realización del objeto de nuestras imaginaciones a través de la transformación de la naturaleza, y nosotros, sino nuestra realización como objetos determinados por imperativos sociales no de nuestra elección. Es por esta razón que la sociedad (y nosotros mismos) se siente como una fuerza externa que determine o nos controla desde el exterior. En La Ideología Alemana, Marx se conecta de nuevo la organización material de la sociedad a la forma que su “metabolismo” asume: “una separación entre el interés particular y el interés común, mientras las actividades, por consiguiente, no aparecen divididas voluntariamente, sino por modo espontáneo, los actos propios del hombre se erigen ante él en un poder ajeno y hostil, que le sojuzga, en vez de ser él quien lo domine. En efecto, a partir del momento en que comienza a dividirse el trabajo, cada cual se mueve en un determinado círculo exclusivo de actividades, que le viene impuesto y del que no puede salirse” (36). Nuestro “propio acto” reproduce la forma de nuestra propia objetivación, nuestro propio encarcelamiento en la forma de existencia del proletariado. El mundo asume una “objetividad espectral” porque no es más que nuestra auto-actividad espectral atrapada en el cadáver de la forma del valor mercantilizado.

Cuando Marx escribe sobre el proceso de abstracción en la producción del valor, se dirige del hecho de que no sólo las “características sensuales [del uso] son extinguidas,” sino también nuestras relaciones “sensuales” a otros y nosotros mismos. Es el caso porque estas relaciones son mediadas abstractamente por el valor, tomando la forma del valor de cambio. Por tanto experimentamos una pérdida de “sensualidad” por ser separados de nuestra auto-actividad y relaciones mutuas. Perdimos el contacto concreto, corporal con y control consciente del objeto de nuestra actividad por ser convertido en un objeto nosotros mismos – un objeto, abstraído de nuestra esencia, entre muchos otros en el mundo social capitalista de mercancías.

Que el valor es actividad humana “objetivada,” de acuerdo con Marx, asume una característica específica que es una consecuencia única de la división social del trabajo en la sociedad capitalista. El trabajo individuo, aislado dentro de una sola actividad y uso, se convierte en trabajo social sólo a través de la forma de nuestras abstractas relaciones uno con el otro reflejado en esta división de trabajo capitalista. Por consiguiente la necesidad universal de relaciones sociales mutuas, además de nuestra auto-actividad esencial como total y diverso, sólo puede tener en el capitalismo una unidad necesaria a través del valor. Así pues, como dice Marx, “toda la fuerza de trabajo de la sociedad, materializada en la totalidad de los valores que forman el mundo de las mercancías, representase para estos efectos un inmensa fuerza humana de trabajo” (6). El valor es la suma de toda nuestra auto-actividad interrelacionada dentro de la forma de la división social capitalista del trabajo – la forma que asume nuestras relaciones sociales en la sociedad capitalista. Separados el uno al otro y nosotros mismos, pero todavía unidos, el proceso de auto-actividad mutual debe ser realizada a través de la forma de valor, es decir, el intercambio medido por los criterios de valor.

Ya que el valor es una relación y no una cosa, no podemos verlo. Se toma forma sólo en los objetos producidos (usos) como una resulta de nuestras interacciones mercantilizadas. En esta situación nuestro proceso metabólico se reduce a – o asume la forma de – una mera relación cuantitativa que llama Marx “tiempo de trabajo socialmente necesario.” Es el “tiempo de trabajo socialmente necesario es aquel que se requiere para producir un valor de uso cualquiera, en las condiciones normales de producción y con el grado medio de destreza e intensidad de trabajo imperantes en la sociedad” (6-7). El tiempo de trabajo en la sociedad capitalista está marcado por su propia medida “socialmente necesario” de nuestra actividad mutua de que algo “vale” y por tanto determine en qué base o valor se intercambiará. Lo que es “socialmente necesario” bajo el capitalismo es la organización de la sociedad y nuestro trabajo para producir el valor y, específicamente, el plusvalor para los capitalistas. Por consiguiente nuestras relaciones están mediadas por, o reducidas a la forma abstracta de “valores de cambio,” como “mercancías [que] no son todas ellas más que determinadas cantidades de tiempo de trabajo cristalizado” (7). Si el “elemento común” que hace el intercambio de usos posible es nuestra auto-actividad mutua, se asume la forma enajenada de una abstracción llamada el valor: “aquel algo común que toma cuerpo en la relación de cambio….es por tanto, su valor” y “valor de cambio es el necesario modo de expresión, o forma de apariencia, de valor” (6).

El Valor y La Reproducción de La Enajenación

Las implicaciones que el valor es el trabajo humano “objetivado” es importante para explayarse en, incluso si sólo se hace evidente en la cuarta sección. Hablaré de ello con más detalle al observar esa sección, pero una breve nota es útil para entender el valor. En La Tesis Sobre Feuerbach,  argumenta Marx que debemos “concebir la propia actividad humana como una actividad objetiva.” Esta idea se desarrolla más en El Trabajo Enajenado, donde él dice que la auto-actividad es un proceso donde, a través de la interacción con otros y la naturaleza nos objetivamos a nosotros mismos por reproducir en forma material nuestra imaginación. En La Ideología Alemana, Marx escribe que este proceso sólo surge colectivamente como un proceso social, lo que él se refiere como las relaciones sociales de producción.

El valor es la inversión de este proceso. El proceso metabólico objetivante termina siendo uno donde llegamos a ser objetivado. Las relaciones sociales de producción se han vuelto contra nosotros, existiendo como algo aparentemente externo. Sin embargo, como muestra la relación mercantil, no es también fuera de nosotros. La relación entre nosotros y el cambio es dialéctico, una unidad de contrarios, haciéndolos mutuamente dependientes el uno al otro. La necesidad de usos nos obliga a intercambiar. El intercambio es sólo posible porque lo que se está intercambiando es necesario o útil. En el capitalismo el contenido de necesidades humanas constantemente reproduce la forma de nuestra objetivación. Nuestro propio metabolismo proporciona el combustible, por decirlo así, para que el sistema funcione. Nuestra actividad, entonces, objetivando o reproducción de nosotros mismos en el mundo, vuelve a nosotros como “una objetividad espectral,” que es el contenido viviente de la actividad humana encarnada en la forma muerta de la relación mercantil y el valor (6**). Este regreso de los muertos vivientes, existente como lo hacemos en un mundo embrujado por nuestra presencia espectral, un mundo de alguna manera hecho por nosotros pero sin nuestro control y por detrás de nuestra espalda, no es una ilusión. Es real y “objetivo.” Existimos como el valor, y al mismo tiempo, no existimos como el valor. Somos el proletariado y, al mismo tiempo, una esencia que lucha constantemente hacia la abolición de las formas sociales enajenadas que tomamos en la modernidad capitalista.

Al medir el tiempo de trabajo socialmente necesario, el valor media la equivalencia entre diferentes tipos de trabajo y el total de toda nuestra auto-actividad colectiva tomado en su totalidad. También encarna la calidad abstracta, enajenada de nuestras interacciones dentro de la forma de relaciones sociales capitalistas. Finalmente, es el poder abstracto de capital que reduce nuestra capacidad de trabajar – nuestro proceso metabólico – a la sola meta de producir plusvalor para el capitalista. El valor se convierte separado del uso y la satisfacción necesaria de necesidades humanas, viniendo a imponer su propia lógica y sus propias necesidades. El modo de producción se convierte separado de los medios de subsistencia, imponiendo una lógica que se convierte antitético a las necesidades humanas.

En consecuencia, debemos producir para vender, y vendemos de acuerdo con el tiempo de trabajo socialmente necesario, al valor de nuestra fuerza de trabajo que es forzada de nosotros en esta forma particular a través del control de los medios de producción por los capitalistas. Para Marx el valor se convierte, en una transición de los productores individuos, el totalizando poder social horrible de la auto-reproducción de capital mismo. Es el inverso del diverso  potencial de nuestra auto-actividad y humanidad colectiva, en breve, de libertad humana, creatividad y la riqueza colectiva. Marx habla aquí de lo objetivo y objetivando lógica de la sociedad capitalista, ese momento en que el valor como una autónoma relación de auto-reproducción determine la actividad vital de la sociedad y nosotros mismos como una totalidad. La realización de los poderes humanos no es de preocupación desde el punto de vista de capital y los capitalistas. En las condiciones de la lucha de clases, que es inmanente en las categorías del capítulo uno, pero no desarrollado hasta más tarde en El Capital, el capitalista personifica los imperativos implacables de valor, y organiza la sociedad y su reproducción a través de la determinación de lo que es el tiempo de trabajo socialmente necesario, que mide nuestras vidas a diario.

El Valor como La Forma Invertida de Nuestros Crecientes Poderes Creativos

Sin embargo, dado que el valor depende del trabajo viviente, al final no puede separarse del proceso metabólico de los seres humano. Si se intenta de separarse, entonces el sistema capitalista se derrumbaría. Por tanto Marx termina la segunda sección en este punto crítico. A pesar de su aparente poder de reproducirse y destruir el mundo y nosotros para lograr sus objetivos aparentemente autónomos, el valor no puede escapar su relación dialéctica con el trabajo viviente. Esto es claro en la relación dialéctica entre el uso y el cambio como los dos polos en la relación mercantil, la relación embrionaria de la sociedad capitalista.

Dice Marx que como el valor es el trabajo viviente objetivado, no se encuentra su origen en cambiando tecnología de máquinas diseñadas para aumentar la productividad. Eso también producido por el trabajo viviente, ahora materializado como trabajo muerto, objetos que no tienen significado o función salvo en relación a la actividad viviente. Escribe Marx que “cuanto mayor sea la capacidad productiva del trabajo, tanto más corto será el tiempo de trabajo necesario para la producción de un artículo, tanto menor la cantidad de trabajo cristalizada en él y tanto más reducido su valor. Y por el contrario, cuanto menor sea la capacidad productiva del trabajo, tanto mayor será el tiempo de trabajo necesario para la producción de un artículo y tanto más grande el valor de éste.” Por consiguiente, deduce Marx, “el valor de la mercancía representa….el simple trabajo medio….el trabajo complejo no es más que el trabajo simple potenciado o, mejor dicho, multiplicado: por donde una pequeña cantidad de trabajo complejo puede equivaler a una cantidad grande de trabajo simple” (11-12).

Estos son importantes implicaciones para la comprensión de la relación entre el trabajo y el valor. Sigue explicando Marx:

“Cuanto mayor sea la cantidad de valor de uso mayor será, de por sí, la riqueza material: dos levitas encierran más riqueza que una. Con dos levitas pueden vestirse dos personas; con una de estas prendas una solamente, etc. Sin embargo, puede ocurrir que a medida que crece la riqueza material, disminuya la magnitud de valor que representa. Estas fluctuaciones contradictorias entre sí se explican por el doble carácter del trabajo. La capacidad productiva es siempre, naturalmente, capacidad productiva de trabajo útil, concreto. Y sólo determina, como es lógico, el grado de eficacia de una actividad productiva útil, encaminada a un fin, dentro de un período de tiempo dado. Por tanto, el trabajo útil rendirá una cantidad más o menos grande de productos según el  ritmo con que aumente o disminuya su capacidad productiva. Por el contrario, los cambios operados en la capacidad productiva no afectan de suyo al trabajo que el valor representa. Como la capacidad productiva es siempre función de la forma concreta y útil del trabajo, es lógico que tan pronto como se hace caso omiso de su forma concreta, útil, no afecte para nada éste. El mismo trabajo rinde, por tanto, durante el mismo tiempo, idéntica cantidad de valor, por mucho que cambie su capacidad productiva” (13).

El “doble carácter del trabajo” en el capitalismo – la esencia de la forma mercantil – significa que sólo la actividad humana concreta puede poner a utilizar o realizar el valor abstracto encarnado en esos usos. Menor será el tiempo que se tarda en hacer cada uso, por tanto, puede haber más usos, pero cada uno contiene menos valor. Para realizar más valor el capitalista debe ampliar, “intensificar”, y “multiplicar” la productividad, inevitablemente resultando en una creciente explotación. El valor permanece irrevocablemente unido al trabajo humano, concreto.

Las implicaciones son profundas y hay aquí una ironía terrible. Mayor productividad amplía dramáticamente nuestra capacidad para producir usos y satisfacer necesidades. Sin embargo,  las dimensiones sociales nuevas, cooperativas e individuales de este nuevo poder expansivo permanece sólo una potencial, luchando por adentro y contra la forma de producción para el valor. En vez, en el mundo invertido del capitalismo, mayor productividad resulta en  la miseria general del proletariado. Marx está pensando aquí del tipo de contradicción él ve en el corazón de la modernidad capitalista. En El Trabajo Enajenado, dice Marx, “la miseria del obrero está en razón inversa de la potencia y magnitud de su producción” (69). En lugar de los poderes ampliados de la humanidad, tenemos los “intensificados” y los “multiplicados” poderes de capital. Argumenta Marx otra vez en El Trabajo Enajenado, para el obrero, “tanto más poderoso es el mundo extraño, objetivo que crea frente a sí y tanto más pobres son él mismo y su mundo interior, tanto menos dueño de sí mismo es….tanto más poderoso el trabajo, tanto más impotente el obrero” (72-73**).

Semejante visión por Marx de nuestra existencia en la sociedad capitalista se refleja en la relación entre productividad y el trabajo concreto en el pasaje citado anteriormente de El Capital. “La capacidad productiva es siempre, naturalmente, capacidad productiva de trabajo útil,” escribe Marx. Entonces, “los cambios operados en la capacidad productiva no afectan de suyo al trabajo que el valor representa. Como la capacidad productiva es siempre función de la forma concreta y útil del trabajo, es lógico que tan pronto como se hace caso omiso de su forma concreta.” En el capitalismo, la sabiduría y las herramientas que permiten la productividad son separadas del trabajo concreto. Aún como objetos de la riqueza en expansión y la capacidad de la sociedad humana son producidos por el trabajo concreto. La riqueza colectiva – los poderes alquimias, en expansión y “multiplicando” poderes de nuestras imaginaciones y su realización alrededor de y adentro de nosotros – es en lugar apropiado por el capital. El mundo invertido del valor, la riqueza colectiva de la humanidad se utiliza para “intensificar” y “multiplicar” su explotación. La forma de valor hace esto como una separación: una separación entre los medios de subsistencia y los medios de producción, el trabajo manual y mental, el sujeto y el objeto, la forma y el contenido. Al final no podemos apropiar la expansión de los poderes, objetos y mundo social que creamos, que es en lugar apropiado por el capital y el capitalista como plusvalor. Como Marx concluye al final de La Ideología Alemana, la realidad objetiva y “necesidad” del comunismo fluye de la lógica diaria de la lucha para lograr una reapropiación, una explosión de la forma de valor de existencia como el proletariado:

“Las cosas, por tanto, han ido tan lejos, que los individuos necesitan apropiarse la totalidad de las fuerzas productivas existentes, no sólo para poder ejercer su propia actividad, sino, en general, para asegurar su propia existencia. Esta apropiación se halla condicionada, ante todo, por el objeto que se trata de apropiar, es decir, por las fuerzas productivas, desarrolladas ahora hasta convertirse en una totalidad y que sólo existen dentro de una relación universal. Por tanto, esta apropiación deberá necesariamente tener, ya desde este punto de vista, un carácter universal en consonancia con las fuerzas productivas y la relación. La apropiación de estas fuerzas no es, de suyo, otra cosa que el desarrollo de las capacidades individuales correspondientes a los instrumentos materiales de producción. La apropiación de una totalidad de instrumentos de producción es ya de por sí, consiguientemente, el desarrollo de una totalidad de capacidades en los individuos mismos. Esta apropiación se halla, además, condicionada por los individuos apropiantes. Sólo los proletarios de la época actual, totalmente excluidos del ejercicio de su propia actividad, se hallan en condiciones de hacer valer su propia actividad, íntegra y no limitada, consistente en la apropiación de una totalidad de fuerzas productivas y en el consiguiente desarrollo de una totalidad de capacidades” (101).

Bibliografía

Marx, Carlos. El Capital: Crítica de la Economía Política, I. Trad.de Wenceslao Roces. México, D.F.: FCE, 1999.

El Trabajo Enajenado

http://www.marxists.org/espanol/m-e/1840s/manuscritos/man1.htm

Tesis sobre Feuerbach

http://www.marxists.org/espanol/m-e/1840s/45-feuer.htm

Ideología Alemana

http://www.marxists.org/espanol/m-e/1840s/feuerbach/index.htm

Leave a comment